LA TRIBU QUE NUNCA EXISTIÓ

Testimonio

Amarillo

Siempre igual, bajo la misma piel. Evitando ser lo inevitable. Espejos rotos, espejos mentirosos. El silencio ensordecedor lastima los tímpanos. Y un acorde maldito al rescate, pero ya es demasiado tarde, siempre lo es. Ella me mira fuera de foco esperando no se que de no se quien que mi ego desea que sea yo. Pero ella llora por la luna. Y el espejo que es mil espejos brilla como un diamante. Solo le pido al sol que siga iluminando a la luna.
Mi inconsciente te ama, le dije. Y mi inconsciente me mata todas noches, pensé. Sentí como se acercaba la maquina. Un insoportable suspiro salió por mi boca.
A diferencia de la conversación, la supe olvidándome y me supe muerto y el sol seguía allí, iluminando a la luna y nadie irrumpiría el silencio virgen.

Ezequiel Lubenfeld, 10 de mayo de 2004

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